Barnices:

El gran aporte de la naturaleza

Te contamos cuál es el origen y cuáles fueron los primeros usos de este gran aliado en la terminación y protección de tus creaciones.

El barniz, tal como lo conocemos hoy, es una disolución de aceites o sustancias resinosas en agua u otro vehículo (alcoholes, aguarrás, esencia de trementina, thinners, por nombrar algunos habituales), que se volatiliza o se seca al aire mediante evaporación de disolventes o la acción de un catalizador, dejando una capa o película sobre la superficie a la que se ha aplicado.

Usado en maderas y otras superficies de interior, tiene como objetivo embellecerlas y aportarles resistencia física y química. En superficies exteriores, su aplicación contribuye a preservarlas de la acción de agentes atmosféricos.

Su formulación está inspirada en el hallazgo de los antiguos egipcios que utilizaban la resina natural hallada y extraída directamente de los árboles, para proteger y darle un acabado brillante a los sarcófagos de las momias. Esta práctica también la desarrollaron los griegos para proteger la madera de sus barcos contra el poder corrosivo de las sales marinas.

La resina es una secreción espesa, pegajosa y anaranjada que producen muchas plantas, particularmente los árboles del tipo coníferas (pinos, enebros, sabinas y abetos). Es producida por el árbol para la cicatrización de heridas y como sustancia de reserva. Gracias a sus propiedades químicas, en la actualidad se utilizan para la elaboración de perfumes, inciensos, adhesivos, barnices y aditivos alimenticios, entre otros productos.  

Existen –además– registros del siglo XVI que demuestran que esa secreción líquida producida por los abundantes árboles que había en las regiones pantanosas cercanas al Congo eran disueltas en aceite para producir un barniz que se aplicaba en los muebles.

Ya en el siglo XX, las resinas naturales comenzaron a ser reemplazadas por las resinas sintéticas y, en la década del 40, tomó gran importancia en todo el mundo el desarrollo de las resinas de poliuretano.

En tanto, la historia cuenta que el barniz al agua fue un descubrimiento “casual” del por entonces mayor experto de materiales a prueba de agua de los Estados Unidos: Arthur Harrison. Preocupado por preservar el obelisco egipcio erigido en el Central Park de Nueva York, conocido como Cleopatra´s Needle, Harrison desarrolló una fórmula líquida con parafina que sellaba la piedra. Esta, al caer sobre los andamios de madera utilizados por los obreros, la embellecían notablemente. La fórmula fue refinada y se lanzó al mercado de consumo masivo a principios de la década del 50. 

Actualmente existen diversos tipos de barnices, y es fundamental saber cuál utilizar para sacarle el máximo provecho a sus propiedades.