Paleta Primaveral

Jacarandás, lapachos, ceibos y tipas son algunas de las especies que empiezan a asomar durante esta estación del año y visten con sus colores característicos calles típicas de Buenos Aires y otros lugares del país.
Con ganas de airearnos -aunque sea visualmente con ellos-, planteamos este recorrido.

Al este y al oeste / llueve y lloverá
una flor y otra flor celeste / del jacarandá.

Así comienza esta canción de María Elena Walsh y Palito Ortega que inclina el debate hacia uno de los tonos, aunque no lo clausura de manera definitiva: la flor del jacarandá, ¿es celeste o violeta?

Más allá de la discusión, su floración es un fenómeno esperado durante el año. La artista Cristina Coroleu lo sabe bien, con 35 años de trabajo investigando los colores de esta especie y muchas otras. “Primero florecen los lapachos, luego los ceibos, le siguen los jacarandás y por último en el año, las tipas”,  afirma esta cordobesa a Blanco Mag. De sus “ojos de provinciana”, como confiesa, surgió la búsqueda de conocer la composición de los árboles que embellecen, cada uno a su vez y como una composición musical perfecta, los paisajes de Buenos Aires.

Al paisajista Carlos Thays se le debe agradecer la implantación de los árboles en Buenos Aires y a los parques regiones del norte y el litoral, su existencia. El jacarandá es originario de las zonas selváticas de Salta, Jujuy y Tucumán. Florece dos veces al año: en otoño y en primavera; aunque su ritmo se ve modificado cada año por culpa del cambio climático, como sucede con otras especies.

Otra de sus particularidades es que pierden las hojas durante la floración y las conservan durante el invierno, lo que puede reducir la visibilidad de las casas a su alrededores en el período del año de menor intensidad solar.

En Buenos Aires: Los Jacarandás de avenidas y parques emblemáticos registrados por las cámras de Drone Film Project.

La mayor cantidad de jacarandás se concentran en las avenidas del Libertador, Cabildo, 9 de Julio, Belgrano, San Juan, Callao y Figueroa Alcorta. Además de en las plazas Italia, Seeber y el Rosedal de Palermo.

Pero antes de esta belleza celeste (¿o violeta?) florece el lapacho, que cuanto menos no nos deja dudas sobre sus colores. En la Capital Federal predomina el rosado, pero si se quiere apreciar una variedad más amplia basta con recorrer las calles de Salta, en donde se encuentran además los de flores amarillas (algunos de la zona de yungas, otros de una subespecie brasileña) y blancas. Alcanza una altura aproximada de 9 metros y tiene un crecimiento rápido durante los primeros años, que luego se ralentiza.

Según los especialistas, no es difícil sembrar lapachos. Es suficiente con recoger sus semillas en noviembre, guardarlas en papel durante dos o tres meses y luego sembrarlas.

En Córdoba: Los Lapachos rosados visten la ciudad mediterránea en la primavera.  Este florecer no se cansa de ser noticia cada año.

La flor del ceibo también pinta las calles de varias regiones del país. De tronco tortuoso y poco elevado, su corteza es de un tono pardo grisáceo, muy gruesa y rugosa. El ceibo es un árbol predominante en el litoral argentino, Uruguay (donde es flor nacional, como en nuestro país), Brasil y Paraguay. Es habitual encontrarlo en zonas cercanas a ríos, lagos y zonas pantanosas. Su madera, blanca amarillenta y muy blanda, se utiliza para fabricar algunos artículos livianos y sus flores son muy usadas para teñir telas.

Existe una leyenda que explica su origen. Se dice que una mujer guaraní de hermosa voz, Anahí, fue capturada por los españoles. Los soldados la ataron a un poste y cubrieron con ramas sus pies para quemarla viva. Una llamarada la cubrió por completo y en ese instante se escuchó su canto por última vez. A la mañana siguiente, en el mismo lugar apareció un ceibo de bellas flores rojas. Una historia triste, digna del llanto de las tipas…

Si no fuera porque esta especie no llora de verdad. Las tipas, esos árboles que alcanzan a medir cerca de 30 metros y que llegaron a Buenos Aires desde Tucumán, Salta y Jujuy son conocidas por su enorme copa y por sus flores amarillo-anaranjadas que aparecen tímidamente también en verano y que, cuando caen, cubren como las veredas como una alfombra. El mito de su llanto viene de las gotas que caen de sus ramas durante noviembre, cuando al reverdecer aparece un insecto conocido como “la chicharrita de la espuma” para succionar su salvia y, luego de incorporar sus nutrientes, excreta el líquido que se identifica como lágrimas del árbol.

La floración de Buenos Aires

Con la intención de promover la preservación de estas especies y muchas otras, Coroleu escribió el libro: “La Floración de Buenos Aires” ; donado a las  escuelas y que también forma parte del catálogo en bibliotecas argentinas y del exterior. La artista considera vital que los más chicos conozcan el enorme trabajo de Thays y las cualidades de la vegetación autóctona como un factor fundamental para el cuidado del medioambiente. “Yo tengo fe en las nuevas generaciones”, cuenta y explica que además de la publicación tiene otros proyectos relacionados con la flora nativa y el arte como canal de educación.

Conocé más sobre sus proyectos con Flores
http://www.cristinacoroleu.com.ar/samohu.html