La autora de La Saga de los Confines (trilogía inspirada en las culturas nativas en la que se representa el origen de un nuevo mundo) es una exploradora que pone el cuerpo. Fue la curiosidad -esa semilla indispensable para hacer- la que la llevó a bucear entre textos centenarios que le permitieron imaginar y crear un universo de fantasía que ahora le pertenece a sus miles de lectores en el mundo.
Esa misma semilla germinó con la iniciativa de viajar de cara a la creación de su última novela. Con ese impulso tomó rumbo norte para conocer las que luego fueron las voces de sus personajes, los paisajes y climas de: “Elisa, la rosa inesperada”. El viaje por el norte argentino quedó registrado en una maravillosa bitácora: elviajedelilianabodoc.blogspot.com.ar que da cuenta de todo el proceso de esta creadora a corazón abierto.
BM: Puede parecer obvia esta consulta, pero es la primera escritora que recibimos en “Creadores”: ¿Por qué escribe?
LB: Escribir es para mí una acción contestataria. Mi escritura tiene más de colectivo que de íntimo, es más voluntad gregaria que delirio individual. Escribo, casi siempre, desde el dolor de ver el mundo en pedazos. Escribo contra las fieras y los depredadores, contra la prepotencia. Escribo por mi abuelo albañil. Negritos de mierda que, escopeteados y todo, seguimos cantando.
BM: ¿Cómo es el primer acercamiento a la creación de un texto?
LB: En principio, decir que no hay recetas. Pero en lo personal prefiero, y hasta necesito, partir de una línea argumental medianamente organizada. Desde luego que en el proceso de escritura es mucho lo que se modifica: algunas cosas se van, otras aparecen. Pero no disfruto de escribir a tientas, prefiero saber adónde va mi caballo.
BM: ¿El proceso de investigación -como el que realizó sobre las culturas originarias para La saga de los Confines- es paralelo a la escritura? ¿Cómo lo definiría?
LB: Lo primero que me sale decir es que el proceso de lecturas previo a la escritura de la saga fue, al comienzo, casi azaroso. Empecé por lo que tenía a mano, y fueron los textos de Hispanoamericana I. Colón, Alvar Nuñez, Hernán Cortéz; los Cronistas de Indias. También los poetas aztecas, el Popol Vuh… A partir de esas lecturas, y ya con el trazado argumental dispuesto, leí antropología, historia, mitología y otros textos literarios. Pero me importa recalcar que esas lecturas no estuvieron conducidas por el rigor de una investigación o de una lectura académica, sino por la necesidad de construir un verosímil ficcional que se sostuviera sobre sus dos piernas.
BM: ¿Qué diferencias destacaría del proceso creativo en el caso de la poesía y el de la novela?
LB: No soy poeta, ¡ojalá lo fuera! En este sentido, apenas actúo como testaferro de mis personajes. Sin embargo, supongo que en la escritura de narrativa o poesía hay algo relacionado con la distancia entre el autor y el texto. La poesía se escribe desde más cerca, con los ojos casi pegados a las palabras de tal modo que éstas se desdibujan. La poesía escucha con mayor seriedad lo que dicta la intuición. La novela, en cambio, necesita mayor distancia, y más presencia del pensamiento lógico. ¡Por favor!, no estoy diciendo que la poesía carezca de trabajo intelectual, ni que la narrativa sea desapasionada. Pero hay algo de la disposición primera del escritor o la escritora que, creo, pasa por ahí.