Expresión en libertad

Betina Ferrara / Coco Cerrella

Betina y Coco ponen palabras a sus experiencias de brindar talleres de arte y diseño a personas en situación de encierro (en las cárceles de Batán y Devoto) que encuentran en esas propuestas un oficio, un recurso, una salida laboral o un proyecto personal.

La última apuesta fue incluir esos talleres en la programación del TRIMARCHI –el encuentro interdisciplinario de diseño latinoamericano-.

Una dilución del adentro y el afuera en pos de la libertad de crear.

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Conocí a Coco mirando la página de víctimas por la paz. Había una charla TED en donde Coco explicaba su trabajo en la cárcel y me pareció genial; otra fuente de inspiración. Lo contacté y se nos ocurrió llevar TRIMARCHI a la cárcel. Al principio fue como un sueño porque eran tantas las cosas que debían coincidir que parecía imposible. De a poco se fueron dando las cosas: las personas no se conocían así que hicimos juegos de presentación, tejiendo lazos con un ovillo en donde cada uno decía soy bueno para… tejimos una red y reflexionamos sobre esa estructura. Luego trabajamos en  5 grupos, y cada uno trabajó realizando un mandala diferente.

Betina

Me contactó Betina, profe de arte de la cárcel de Batán. Nos reunimos en Buenos Aires para compartir la idea de hacer un trabajo conjunto. Surgió la posibilidad de TRIMARCHI, era genial: buena difusión de lo que hacemos en los talleres y abrirlos a estudiantes de todo el país (y de otros también). Fuimos muchas personas trabajando en conjunto y creando. El arte y el diseño gráfico convivieron, aunque son disciplinas que chocan desde lo académico.

Coco
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¿Cómo surgió la idea de trabajar con personas en situación de encierro?

Betina. Surge a partir de mi formación en arteterapia con Vicente Zito Lema; oía sus relatos sobre la cárcel de Resistencia y sobre otros lugares en los que trabajó con gente con derechos vulnerados. Él es fuente de inspiración constante.  Siento que nací y crecí con oportunidades que otras personas no han tenido, y tengo la necesidad de agradecer y devolver al todo de alguna manera eso que algunos no tienen por el motivo que sea.   La cárcel es obsoleta, no sirve para reinsertar a quien alguna vez estuvo en el sistema y tampoco para insertar a quien nunca estuvo dentro de un sistema social, como es la mayoría. No justifico (ni lo haría nunca) el delito, pero la realidad es que la mayoría de las personas que están alojadas ahí, estuvieron siempre fuera del sistema social: tengo alumnos analfabetos, otros que tuvieron su DNI recién cuando ingresaron a la cárcel, y esto habla de una gran falla social. Considero que algunas de nuestras actividades ayudan a conseguir herramientas para cuando salen y otras ayudan a que el transito sea un poco más soportable.

Coco. En mi caso me enteré de que existía un espacio universitario en la cárcel de Devoto (UBA) y yo ya venía dando clases en diseño gráfico en la universidad y trabajando en la difusión de Derechos Humanos a través de afiches. Si bien trabajaba sobre lo social, no producía un cambio real. El trabajo con talleres en la cárcel me parecía una oportunidad para aportar algo donde el resultado se da en personas y en sus vidas. El primer taller que di fue muy específico: para 10 personas que querían armar una imprenta como trabajo autogestivo para cuando salieran, y lo lograron. Se llama Cooperativa Esquina Libertad y ofrecen servicios de diseño, encuadernación e imprenta. Tienen un espacio fuera de la cárcel, sirve como emprendimiento productivo y espacio de contención porque también reciben a personas que son liberadas. Uno de los graves problemas a los que se enfrentan cuando salen es el tener posibilidad de una alternativa.

¿En qué consisten los talleres que ofrecen?

Betina.  Al comienzo hacía hincapié en arteterapia, en donde se da más importancia al proceso creativo sin que importe el resultado final. Pero, desde hace un año, trabajo en un taller que manejan los propios internos: desarrollan objetos que luego venden y ayudan con eso a la manutención de sus familias. Estamos más dedicados a mejorar técnicas de producción de esos objetos, o abordar nuevas y probar materiales para utilizar. Como profe de Pinturas Eterna, tengo la suerte de tener acceso a un montón de materiales que nos permiten ver cuál se adecúa mejor a sus producciones. También tengo un taller que se llama 99 mandalas que tiene la intención de que en todas las celdas haya un mandala, un símbolo de que allí habitan personas (único ser que puede hacer arte). Me interesa que las personas que allí habitan puedan sentir cierta pertenencia en ese espacio por el tiempo que tiene.

Coco. El taller que doy actualmente en la cárcel de Devoto es sobre Derechos Humanos, temática que después plasmamos en papel, AFICHE A3. Producimos afiches a partir de una reflexión sobre el derecho: al trabajo, salud, educación, a una vivienda, a un juicio justo. Siempre desde la mirada de alguien que está encerrado y, en general, proviene de un contexto de mucha marginalidad; es decir que sufrió la ausencia de esos derechos toda su vida. Hace siete años lo hago todas las semanas. El objetivo es incorporar la carrera de Diseño Gráfico en lo cual venimos trabajando.

¿Cuál es el balance?

Betina. En lo productivo, lo mejor que nos sucedió es haber logrado una integración y trabajos dignos de una muestra (creo que ese será nuestro próximo trabajo juntos). En lo personal, es un lugar casi sagrado, es un lugar donde los que participamos nos sentimos un poco más libres, y eso no se trata de vivir o no entre rejas. En ese momento, durante ese rato, las limitaciones desaparecen porque estamos creando algo distinto. Es un lugar de aprendizaje constante. Ir a enseñar algo es una excusa porque aprendo mucho de todos.

Coco. Lo más fuerte que me sucede en la cárcel cuando voy es el nivel de gratitud (que no se vive en otro contexto). El que quiere estar, está; y quien no, no tiene por qué simular nada, no existe el hábito de caretear. Me impacta la autenticidad de los abrazos, de las palabras y de los gracias… La valoración que a uno le genera acerca de todo lo que considerábamos habitual hasta ese momento: lo más mínimo se convierte en algo valioso. Una vez que uno mira a los ojos esas vulnerabilidades no hay vuelta atrás, y eso cambia la mirada para siempre.

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