Círculo cromático:
entre la teoría y la magia

Creado por Isaac Newton en el siglo XVII, este dispositivo sigue siendo esencial para artistas y diseñadores. Repasamos su origen y actualidad.

En la escuela aprendemos los colores primarios y jugamos a mezclarlos para generar nuevas tonalidades. La sensación es absolutamente novedosa: delante de nuestros ojos los cambios parecen mágicos. Lo cierto es que esta impresión se explica primero por un proceso físico revelado luego de un experimento que Isaac Newton realizó alrededor de 1666.

Para investigar las cualidades de la luz, el científico inglés situó un prisma de vidrio en una habitación completamente a oscuras, pero que contaba con un orificio por el que hizo atravesar un haz de luz. Al pasar de un medio a otro de distinta densidad, la luz se descompuso en infinidad de rayos simples de distintos colores. Luego, hizo pasar los haces descompuestos de la luz solar por un segundo prisma, pero esta vez invertido, con el que volvió a obtener un único haz de luz monocromática.

Esta investigación dio origen al círculo cromático, una figura con franjas de colores primarios, secundarios y terciarios que, al girar a gran velocidad, produce como efecto óptico la aparición del blanco.

Como era de esperarse, con el tiempo este instrumento se fue perfeccionando. Como explica la profesora Betina Ferrara, “el círculo cromático representa cómo se divide la luz, pero al tratar de reproducirlo con pintura es distinto. Por eso, aunque mis alumnas protesten, les hago hacer el círculo cromático; porque no es lo mismo verlo que formarlo. Hay que entrenar el ojo para poder ver las distintas variaciones del color”.

Los colores primarios son el rojo, el amarillo y el azul e integran una franja del círculo. Son el fundamento fisiológico de la teoría del color porque los percibimos cuando la luz impacta en nuestros ojos y no pueden crearse a partir de la combinación de otros pigmentos.
Le siguen los colores secundarios: verde, naranja y violeta. Estos se obtienen de mezclar dos colores primarios por partes iguales. En tanto, los colores terciarios son una mezcla de colores primarios y secundarios, por eso son más sofisticados y ofrecen un enorme abanico de matices.

A medida que fue complejizándose, surgieron dos modelos de círculos cromáticos. El conocido como RGB (rojo, verde y azul) y el CMY (cyan, magenta y amarillo), por sus siglas en inglés. Según Betina, la manera más fidedigna de alcanzar estos colores con pinturas es utilizando rojo de cadmio, azul ultramar y amarillo medio para el primer esquema, y cyan, magenta y amarillo medio, para el segundo. “Pueden emplearse acrílicos decorativos premium o profesional. Estos últimos son unipigmentarios y dan mezclas más certeras”, asegura.

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Gentileza de Cristina Isoardi, alumna de Betina Ferrara.

En lo que respecta a la utilidad del círculo en el taller, la profesora explica: “Al estar los colores organizados siguiendo un orden, se puede trabajar con diferentes armonías cromáticas. Por ejemplo, opuestos complementarios: rojo, verde, amarillo, violeta, azul, naranja”. Y detalla: “El par se forma por un primario y un secundario que no lleva ese color primario en su composición. Por caso, el naranja es el complementario del azul, porque se forma con amarillo y rojo y el único primario que no participa de su formación es el azul. En el círculo están enfrentados”.

Bettina señala que otro tipo de armonía posible se consigue usando colores análogos, es decir, vecinos en el círculo cromático. “Los que están cerca, tomando como referencia un color. Volviendo al ejemplo del naranja, hacia un lado está el naranja amarillento y hacia el otro el naranja rojizo. También se puede jugar con el complementario dividido. En ese caso, ubicamos el complementario (naranja) por lo que los adyacentes son los que están hacia ambos lados del azul: el azul violáceo y el azul verdoso”.

Las cualidades del color son el matiz, la saturación y el valor. “Al tener en cuenta el círculo se puede variar estas cualidades en función de lo que necesite mi trabajo”, señala Betina sobre el por qué considera tan importante que sus alumnas conozcan de primera mano esta herramienta. Y da un ejemplo concluyente: “Si un color me resulta demasiado vibrante o intenso, puedo agregarle una pizca de su complementario y bajarle la intensidad. Muchas veces se cae en el error de agregarle blanco, pero solo se consigue volverlo pastel o enfriarlo”.

Practicá tus mezclas y aplica tus primeros pasos en este Proyecto.